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olafdominguez llevaba días mordiéndome la lengua... los Juegos Olímpicos siempre tuvieron un elemento de propaganda y exacerbación nacionalista insufrible, pero los que no somos creyentes en esas cosas tras la caída del muro pudimos reconciliarnos poco a poco y disfrutar del deporte la mayor parte del tiempo. Pero estas olimpiadas son otra cosa. Entre que a la cultura de la adhesión que ya existía en el deporte se ha unido como apuntas la que venía de la centralización de la red y la falta de cultura deportiva y el nacionalismo enfermizo de buena parte del público (los que apoyaban ruidosa y hooliganisticamente a «Argentina» cuando no jugaba una selección nacional sino del Potro, rompiendo el ambiente tradicional del tenis; los abucheos en gimnasia, atletismo, etc. a los jugadores más cercanos en resultados a los brasileños, etc.)... creo que se ha cruzado una línea. Esa que tradicionalmente pretendía que podía haber una entente entre los valores deportivos, la educación y el nacionalismo. Es folklor, de acuerdo, pero creo que ha sido peor ambiente olímpico que las tan comentadas olimpiadas de Berlín del 36.
Al final para mi, la moraleja principal es que el principal enemigo de eso que llaman los «valores occidentales» e incluso de la convivencia, está en el nacionalismo, ese virus del heredado del rechazo del romanticismo alemán a la revolución francesa, que pudre a Europa por dentro y amenaza con hacer estallar de nuevo la civilización entera.